Por Naudín Gracián
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Changua |
La forma de ser
propia de los cachacos, la cultura cachaca, es blanda, aguada, si la comparamos
con la costeña o caribe. Vemos que los cachacos son más amantes al líquido en
las comidas, a las sopas: casi que podría decirse que para ellos un almuerzo
sin sopa no es almuerzo. Incluso he encontrado, sorprendido, que desayunan
caldo. ¡Qué cosa tan extraña para un costeño! Vi a algunos costeños protestando
cuando en una pensión bogotana les sirvieron caldo de desayuno. Para ellos eso
era simplemente un exabrupto. Además, encontramos que los caldos cachacos son
totalmente claritos, o sea que lo mojado en sus comidas tiende aún más hacia lo
líquido que lo mismo entre los costeños. Para un costeño una buena sopa tiene
que ser espesa; por eso sus especialidades son el sancocho, el mondongo o el
mote: comidas líquidas absolutamente gruesas. Las especialidades de los
cachacos en lo mismo son el caldo y la changua. Una frase despectiva de un
costeño es: “Esta sopa está clarita. Parece sopa cachaca”. Además, los sólidos
de los cachacos tienden a ser blandos: el huevo lo sirven casi crudo
(blandito), sus arroces son más sopudos.
Pero lo de la
liquidez y solidez entre cachaco y costeños no se queda en las comidas, sino
que se extiende a casi todo lo que los caracteriza:
Es tremendamente
patente que la dicción cachaca es mucho más suave, meliflua; tienden a
enfatizar los fonemas líquidos y fricativos (s, l, n). Por el contrario, los
costeños tienden a omitirlos o a cambiarlos por unos más fuertes, oclusivos: /beddá/
= verdad, /kátta/ = carta, /káddo/ =
caldo. Los cachacos, por el contrario, tienden a omitir los fuertes: a
la’erecha (a la derecha), Meellín (Medellín), ome (hombre). Además, su
vocabulario tiende a ser más retórico, son más explicativos y muchísimo más
eufemísticos, cosa equidistante con el costeño que tiende a utilizar términos
bruscos, peyorativos y de sonidos fuertes. Veamos algunas formas corrientes de
expresar lo mismo en ambas culturas, sacadas de situaciones reales: Cagá = dar
del cuerpo; jediondo = tiene mal olor; ta preñá = está gorda; puyón = amigo
íntimo o amigo especial; si así es el vidrio cómo será la cottá = si así es
Bello cómo será Medellín; ese médico me curucutió el culo (citología) = ese
médico me oprobió toda; este cuarto huele a polvo reciente = huele a matrimonio
descobijao, etc.
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Mote de queso |
En el uso del
lenguaje y el trato, también hay una tendencia hacia lo blando en los cachacos
y hacia lo duro, tosco, seco, cortado, entre los costeños. Siéntese, doña =
tome asiento, señorita; a la orde = en qué le podemos servir; ajá, y tú qué =
buenas tardes, cómo estás. Si un costeño encuentra a un desconocido mientras
busca algo, le grita desde lejos: “¡Hey, llave, dónde queda…!”. Dos cachacos
primero se saludan, luego el que llega pide disculpas y, con muchas palabras,
le explica lo que está buscando e incluso muy seguramente para qué lo busca. Si
un costeño asume su actitud naturalmente descomplicada con un cachaco en
cachacolandia, en un caso como el citado, puede pasar que el cachaco lo ignore,
o que se le acerque y lo salude para luego ponerse a sus órdenes, con el fin de enseñarle cómo es que debe hacer, “para
civilizarlo”.
El costeño tiende
al grito, el cachaco a murmurar. El costeño a sobregesticular, sobre todo con
las manos, el cachaco a ser recogido, a abrir poco la boca y a mantener las
manos en los bolsillos del saco (por eso es sumamente extraño un reggetonero
cachaco, parece un exabrupto pues los intérpretes de esta música, eminentemente
Caribe, son tremendamente gestuales). Es normal que un costeño te diga al
llegar a su casa: “Errda, llave, hablamos otro día porque voy de salida”; en
cambio el cachaco te invita a entrar, te dedica dos horas, te dice que no te
vayas todavía, y luego te echa unos madrazos al comentarle a otro que por tu
culpa perdió una cita. Y así sucesivamente en el lenguaje y el trato: tosquedad
caribe versus blandura cachaca.
Pero no se queda
ahí esta dicotomía. Los costeños tienden a caminar brincadito, moviendo mucho
los brazos (aguaje), con movimientos briosos; los cachacos son más suaves al
caminar, recogidos, un poco como si intentaran que no los vieran; las cachacas
bailan utilizando espacios reducidos (“en una baldosa”), hamaqueándose un poco,
moviendo bastante las rodillas y las piernas con base en la flexibilidad de los
tobillos, mientras que las costeñas tienen movimientos más eléctricos, hacen
desplazamientos amplios, con zarandeos de hombros acelerados y columna
vertebral más recta, nada de hamaqueos. La consistencia de las carnes de las
costeñas tiende a ser firme, algo tosca, mientras que las cachacas son y buscan
ser suavecitas, tiernas, blandas. Igualmente en el sexo se dice que los
costeños son más bruscos, briosos, fogosos. Pareciera que el ideal de las
cachacas en esta materia es dar una imagen de aterciopeladas, mientras la
costeña se vanagloría de su empuje, de la firmeza de sus carnes, de su dureza,
de que es apretada y bien dotada de todas partes. Una idea ofensiva que tienen
las costeñas para hablar de las cachacas con respecto a este tema, es afirmar
que estas últimas son flojas en la cama y de sexo aguado.
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Baile de tango |
Sin embargo, se
sabe que la globalización, gracias a los medios masivos de comunicación y a las
facilidades para viajar, ha convertido el mundo en una aldea muy pequeña en la
que todo se entrevera, se intercambia; y el que tiene el poder de los medios de
comunicación tiene más facilidad para imponer su cultura, su forma de ser. Esto
ha hecho que muchas de las características propias de ser caribeño (que en
nuestro país se asimila a ser costeño), sean satanizadas; y encontramos que
incluso muchos costeños las desprecian o tiranizan, sin darse cuenta de que
simplemente es una imposición de la visión cachaca a través de la televisión y
de su colonización. Claro que otro tanto le sucede (aunque con menos fuerza por
culpa de que los costeños no dominan la televisión ni la prensa nacional, pero
sí la música más popular) a la cultura cachaca. Cada día su juventud es menos
recogida, menos silenciosa: hasta han entronizado como intérpretes en distintas expresiones de la música
tropical (vallenato, salsa, reggetón), las cuales son de ritmos acelerados, con
partes gritadas y movimientos exaltados, contrario a la música de ellos que
tiende a la suavidad, al recogimiento, al dolor compungido.
La entronización
de lo blando, lo suave, en el lenguaje, en el trato y en la forma de ver las
cosas, es directamente proporcional a la cercanía o importancia que tienen los
cachacos en la región de la costa que observemos. Así vemos que la gente del
sur de Córdoba, por ejemplo, es más suave en sus maneras y dicción que los
habitantes de Turbaco; los del centro de Cartagena son más blandos (influidos
por los medios de comunicación, la colonización y el turismo) que los de la
periferia.
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Mapalé |
Porque ha sucedido
algo deplorable: los cachacos, con su poder en los medios, han asimilado lo
costeño, lo Caribe, con lo corroncho, con lo vergonzoso del incivilizado,
mientras que han vendido la idea de que mientras más civilizado eres, más
suavecito y blando debes ser: más tendiente o cercano a lo cachaco. A mi lado
un cachaco le dijo a un samario: “Oye, corroncho”. Y el muchacho lo corrigió:
“Costeño, que es otra cosa”. Y lo peor es que muchos de los mismos costeños
tienen la mente colonizada, de manera que consideran superior, más civilizado,
lo cachaco. Escuché a una adolescente diciéndole a otra de forma despreciativa:
“Tú pareces cachaca”, a lo que la otra ripostó sonriente: “Ay, mejor”.
Hace pocos años
vimos que la televisión satanizó lo más que pudo una actitud de El Pibe
Valderrama cuando no estuvo de acuerdo con una decisión de un árbitro y le
mostró un billete de cincuenta mil pesos. Y me tocó ver a costeños diciendo que
debían sancionarlo porque debió haber sido más decente, menos frentero, sin
darse cuenta de que esa era la visión de los cachacos, la cual ellos habían
repetido hasta el cansancio por la televisión, a pesar de que la actitud del
Pibe es la que pudiéramos ver cualquier día en cualquier cancha de cualquier
campeonato de la costa, y que no provocaría más que hilaridad y tal vez una
pequeña sanción por parte del árbitro. Nada más. Porque el Pibe simplemente se
comportó como Caribe. O sea que estamos tan colonizados en nuestra mente que
pedimos que sancionaran al Pibe por haber actuado como caribe, por no haberlo
hecho como lo hubiera hecho un cachaco que, según nos han metido en la cabeza,
son los que saben actuar de una forma civilizada.
Exactamente igual
se observa que sucede con Chávez: ha martillado tanto la televisión cachaca,
con poder nacional, contra su forma de expresarse, que vemos a los costeños
criticándole lo mismo cuando, si analizamos sin apasionamientos la cosa, Chávez
no hace más que expresarse como Caribe. No es que yo esté de acuerdo con su
forma de gobernar, no se trata de eso, sino de que su actitud es sin tapujos,
con vocabulario fuerte, tono altisonante y directo: caribe. Lo que sucede
también en este caso es que los costeños colombianos vivos no hemos visto ni un
solo presidente costeño, así que estamos convencidos de que, si se es
presidente, hay que actuar como cachaco, porque nunca hemos visto otra clase de
presidente. Además, los políticos importantes de la costa están muy
influenciados por sus colegas cachacos ya que tienen que ir a vivir y a ejercer
en cachacolandia. Incluso he escuchado críticas de costeños a un candidato
presidencial porque no se pone corbata, puesto que consideran que lo cachaco (o
europeo) es lo que da distinción. Eso no se ve, por ejemplo, en Cuba, ni en
Nicaragua, ni en Costa Rica, donde las personas pueden ser las eminencias más
grandes en la ciencia o en el poder, y siguen expresándose con sonidos
cortados, en tonos fuertes y algo de tosquedad, o sea de forma caribe, sin
ninguna vergüenza ni motivo de recriminación por parte de su pueblo.
Eso mismo sucedió
con Simón Bolívar quien era un caribe puro entre cachacos al final de su
proeza. Bolívar se expresaba y actuaba como caribe: directo, en tonos altos,
con vigor; odiaba las triquiñuelas y por eso endilgó a Santander el mote de “El
Hombre de las Leyes”, o sea el leguleyo, el que no hace lo que tiene que hacer
por estar pendiente de qué dice o deja de decir la ley al respecto. Bolívar
(caribe) era el hombre de la acción; Santander (cachaco), era el de las
conspiraciones, el que se agazapaba con sus maneras suaves y actitud
diplomática. Por eso cayó tan mal en cachacolandia El General en su laberinto, la novela de García Márquez: en ella se
pinta a un Bolívar totalmente caribe, real. A propósito de Gabo, si el poder
hubiera estado en manos de la burguesía y la “intelectualidad” cachaca, éste no
hubiera recibido ni siquiera un premio nacional. ¡Hay que ver cómo hablan de
mal de Gabo en cachacolandia! Por el simple hecho de asumir una actitud caribe.
No se trata aquí
de decir cuál es mejor, si la blandura cachaca o la sequedad o tosquedad
costeña, sino de poner claro que son dos visiones de la vida y actitudes
humanas diversas, que distinguen dos culturas diferentes, ambas válidas, y no
como se ha tratado de confundir vendiendo la idea de que todos los colombianos
somos iguales, y que la única diferencia es entre lo civilizado (habla y
maneras suaves) y lo corroncho (habla y maneras cortantes). El resultado de
este punto de vista es lo que ha hecho que lo calmo, lo silencioso, el
subterfugio, lo eufemístico, la suavidad, la blandura, lo que caracteriza lo
cachaco, se haya venido imponiendo (gracias a la educación, la televisión y la
colonización) sobre lo cortante, lo fuerte, lo apretado, lo directo, que es lo
que caracteriza a lo caribeño: costeño.
Coletilla: quien
habla es hijo de cachaco con sinuana, ha vivido la mitad de su vida en
cachacolandia y sus costumbres, dicción y maneras no reflejan a un costeño
puro. De manera que este texto no es el pensamiento de alguien que se describe
y defiende a sí mismo, sino de quien ha vivido y observado con detenimiento
ambas idiosincrasias, y ha padecido la lucha entre estas dos culturas: he
pasado largas temporadas en La Guajira, Cartagena, el Sinú, el San Jorge, el
Urabá, Medellín y Bogotá, y conozco desde El cabo de la Vela hasta Cali y
Leticia.
Aclaración: El
término “cachaco” en este texto tiene la connotación del dicho monteriano
cuando se dice: “De Planeta Rica para abajo, todo eso es cachaco”.