
Tengo la impresión de que la verdad, aunque
nunca ha sido estable, en tiempos pasados tendía a ser de alcances más amplios,
tanto en el tiempo como en la cantidad de personas sobre las que reinaba. Uno
ve que frases o enunciados lapidarios como “el tiempo es oro, y quien lo pierde
es un bobo”, fueron aceptadas sin resquicios de duda por un amplísimo sector de
la sociedad humana durante un respetable intervalo de tiempo. Incluso otras más
discutibles como la virginidad de María, antes y después del parto, o la
venerabilidad de la sabiduría de los ancianos, gozaron de esta potestad. Pero
en nuestros días no hay verdades que sean aceptadas siquiera...