Por Betty Brunal
Definitivamente, en "pequeñas bestias", de Naudín Gracián, con quien logro empatizar es con el narrador. Es él, el protagonista. Sin desvirtuar claro, ni restarle importancia a los demás personajes quienes procuran ser castos, moralistas, puros, impuros, morbosos, lujuriosos, filosóficos, frívolos, en fin.... respondiendo a sus pulsiones se condenan y se salvan en su propia humanidad.
El narrador aparentemente está al margen, observando, (de bajo perfil como se dice ahora). Efectivamente, él solo va a describir, a contar el cuento, a curiosear. Pero nos sorprende de pronto con una explosión de sentimientos, de picardías, detonando así el punto de encuentro y de encariñamiento con el lector. Es él quien más provoca interrogantes y reflexiones porque su perspicacia la convierte en su ideología: El mundo sucede, y en este "flujo continuo", está el hombre buscándole sentido a su poderoso yo, y lo que logra develar es su transitoriedad y precariedad. No somos tan protagónicos en el universo, como queremos. Sólo somos luz en el espejo.
Son la intensidad y la fuerza en la expresión del narrador-personaje, las que definen y moldean ritmo y estética en la novela.
Hablo, ahora sí, del autor: Amalgamar técnica e inspiración posibilita a Naudín Gracián una inmensa gama de posibilidades en el descubrimiento y conocimiento de actitudes humanas. Lo convierte en un microcosmos, en donde todos los personajes le caben en él. Allí está la magia que permite que a Naudín Gracián se le lea.
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