Unas palabras
un poco livianas, pero en serio, sobre la antología de cuentos Árbol del paraíso, recientemente
publicada por Común Presencia Editores y Libro de Arena, Bogotá, abril de 2012,
180 páginas.
El milagro
inesperado (prólogo) de Iván Beltrán: un poco recargado de nombres y de
erudición (“de qué material indestructible y sutil están fabricados los
escritores que, entre las posibilidades habidas, eligen el azar y la contingencia
temeraria de este inaprehensible género, y que, antes de enseñorearse en la
planeación de prometeicos y fatigosos proyectos…”). Al final es más digerible
pero, en todo caso, hay muchos nombres y erudición. Algo consuetudinario en los
prólogos; por eso casi nunca los leo.
Carlos
Castillo: Su prosa es fuerte, sin titubeos, limpia; maneja con propiedad la
trama y tiene la capacidad de involucrar al lector en su pequeña temporada en
el infierno de un escritor (un ser cualquiera) atrapado en su mediocridad. No en
vano es un reconocido director de talleres literarios.
Andrés
Mauricio Muñoz: Es un narrador nato, casi un notario que domina el paisaje
desde un atalaya. Su carrera especial es un ejercicio afortunado de cambio de
focalizador bien ensamblando. Queda en la memoria.
Henry
Arturo Linares: logra la minucia pero le falta brillo, quizá el puñetazo en la
cara que aconseja Cortázar. A lo mejor lo que sucede es que Cortázar ya es
obsoleto. ¿Será?
Claudia
R. Niño: Ésta tiene una atalaya dentro de ella misma. También mira la sociedad
con dolor, quizá con rabia. Y narra bien.
Luis Enrique
Izquierdo: Su texto parece una novela (¿guión cinematográfico?) inacabado. Narra
bien aunque, a mi gusto, se queda en la epidermis, o sea que está en lo
correcto según la moda.
Daniel Ramírez:
Impresiona, sorprende, se hace recordar. Sus imperfecciones son un juego que
hace sonreír y su bailarina mira bien, muy bien, adentro y afuera.
Diego
Ávila Jacobo: ¡Qué extraño!, ¿escatológico?, ¿grotesco? En todo caso
impresiona, se hace leer el tipo.
Mario Reyes
Becerra: Es ante todo un cronista de mala leche (¿se puede decir?), casi un
panfletario. Para mí, faltó engrudo, tal vez también estuco.
Julio Medrano:
No sé de estas escrituras ¿automáticas? Me declaro indiferente, tal vez
analfabeta sin arrepentimiento en cuanto a estas literaturas. He leído algo de
ellas, suficiente para decir lo ya dicho.
Beatriz
Eugenia Camacho: Parece evidente que su texto es un aparte de una “novela
moderna”, o tal vez postmoderna. Ve,
observa, pinta, denuncia y se preocupa por la realidad. Narra bien,
convincentemente. Lleva al lector agarrado por la corbata o el cabestro.
Antologados en el lanzamiento en la Filbo 2012 |
Jorge
Chaparro Africano: Sus ovejas y lobos lo involucran a uno en su atmósfera,
porque el tipo sabe narrar como un buen director de cine. Carlos Gaviria quizá
nunca sabrá que este Chaparro estuvo a milímetros de darle piso. Me atrevería a
aseverar, sin conocerlo, que el tipo es cinéfilo, o cinéfago. Con seguridad
sabe de alguien llamado Hitchcock.
Susan Halliday:
Esta tipa también es amante del cine de suspenso, y está bien que lo sea pues
sabe utilizar su pasión al narrar. Uno sonríe cuando lo suelta, o sea cuando
pone el punto final. No todos pueden decir eso o no de todos se puede decir
eso.
Jhon Jairo
Zuluaga: También Cinéfilo el tipo, y cortazariano. Conmigo no tuvo mucho éxito. Quizá eso sea
una prueba de que es bueno. Tal vez.
Maribel
García Morales: ¡Qué cosas! No me llegó: en cada cuento me pareció que siempre
faltaba el centavo para el peso, aunque tiene los 99 centavos. Su Penélope y su
Frida me guiñaron un ojo y me hicieron sonreír.
Luis Antonio
Rodríguez: Es un malnacido socarrón, diría el casicaudillo si supiera leer. Lleva
bien la cosa el tipo; juega, se burla, y hace odiar un poco más lo torpes que somos.
Aunque pareciera tener una imaginación febril, en realidad es un cronista, también
con mala leche, certero. Pär Fabien Lagerkvist le sonreiría.
Naudín Gracián: Quisiera poder decir de este autor que es la nueva revelación de las letras colombianas, la tapa de la lápida literaria de García Márquez, inminente premio Nobel de literatura, lo único que permanecerá en la historia de las letras latinoamericanas. pero prefiero declararme impedido para opinar sobre él bajo el temor de ser acusado de tráfico de intereses y de autopublicidad engañosa. Además, acá entre nos, no suelo tenerle mucha fe a lo que este señor escribe.
Árbol del paraíso, una antología variopinta
que pinta bien. Es motivo de orgullo para mí aparecer en ella.
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