Jorge del Río |
Jorge del Rio
Unión de Escritores de Sucre
La verdad es que no somos sino bestias. Con esta sentencia cruza Naudín Gracián Petro el hilo de nuestro asombro, el cual se corta justo en la página número 129 de su novela pavorosa, Pequeñas Bestias. Ya una gruta oscura donde no llega el aliento de la vida, ya el alma descarnada de unos personajes frente a la muerte, ya el instinto y su materia asesina, ya la noche del ser y su rostro más crudo, develan en esencia la sicología de una especie feroz sumida entre el Eros y el Tánatos.
Pequeñas bestias permite al lector hacer parte de una reflexión desesperada acerca del sentido de la vida, la ética y la moral, el tiempo y los sueños, volviendo sobre los temas perennes que siempre han aguijoneado al hombre y tal vez su esperanza.
El hecho telúrico de la gruta que atrapa a los personajes permite el juego primitivo de la bestia. En las entrañas de la tierra, el entramado social postmoderno da paso a las garras y al instinto que hacen de la novela un suceso trágico pero verosímil. Naudín, se acerca así a una narración rica en descripciones, sicológica por necesidad y subversiva en el diseño de un narrador omnipresente que hace posible una meta-novela con posibilidades infinitas y coincidencias enramadas a la tensión circulante.
No se puede pasar por estas líneas sin entrometerse en el sufrimiento de unos seres a quienes la esperanza ha abandonado, no se pueden leer estas 129 páginas sin tomar partido por una u otra sombra, no se podrá salir de esta novela con vida, a menos que se asesine a cada uno de los personajes y se robe su oxigeno, su agua y sudor, sus vidas, para salirte con la tuya.
0 comentarios:
Publicar un comentario