LOS CANTOS DE MACÍAS

Luis Fernando Macías
Los Cantos de Isabel no son para cantar. Predomina en ellos un ritmo suave de coloquio íntimo, a veces de soliloquio personal, a veces de consejos paternales. Quien los lea de un tirón, saldrá a la otra orilla, tal vez desconcertado, pero completamente ileso. Porque Los Cantos de Isabel de Luis Fernando Macías es un libro para rumiar, para conversarlo, aunque sea con uno mismo; su lector debe ser como el lustrabotas que primero tiene enfrente un elemento oscuro y opaco, pero que a medida que más vuelve el pulso sobre él, más brillo va sacando, hasta que al fin se ve clara y completamente reflejado en él.

En este libro, Luis Fernando es un buceador profundo y con acierto, de su propia intimidad, del amor, del dolor y la ternura, de la duda existencialista, de la amistad y hasta la ciudad con sus crueldades aparece en el poema Los buceadores de la muerte. Impresionan en este libro, además del ya mencionado, los poemas Poetas del Olvido, por la dicotomía entre humildad, resignación y lucha que refleja; Fuga, por su gran musicalidad y el dolor de ser que exhala; los poemas a Manuel Mejía Vallejo y a Raúl Gómez Jattin (El maestro de literatura e Hijo del tiempo, respectivamente); Para qué cantan los hombres, Ya no soy, Qué saben los poetas, El tiempo de los árboles. Estos y otros son poemas que gritan al mundo, con su tono suave y palabras íntimas, que Luis Fernando Macías es un poeta sesudo, aunque su voz es humilde y aunque incluso dude de su oficio de poeta.

Si bien no son para cantar, estos poemas son una fiesta de la palabra para el lector rumiante que proponía Estanislao Zuleta. De todas maneras, queda el interrogante de por qué son de Isabel estos cantos de Macías.

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