Roberto Núñez Pérez |
Naudín Gracián, escritor nacido en Montelíbano, Córdoba, nos sumerge (o arroja intempestivamente) en una serie de cuevas en las cuales el lector, entre la ficción y lo real dentro de la ficción, descubre cómo aquellos turistas en apariencia apacibles se despojan de sus máscaras y demuestran cuán miserable puede llegar a ser una persona. Porque en Pequeñas bestias no hay salida frente al monstruo que llevamos dentro. Por lo menos el detestable Javert, enemigo acérrimo de Jean Valjean en Los miserables, decide suicidarse al tener que reconocer, muy a su pesar, que su enemigo es bondadoso.
Un grupo de turistas ha quedado atrapado en su recorrido por las grutas que visita. Desde el comienzo el personaje principal, Gilberto, va desplegando sus miserias hasta encontrarse con el monstruo que es. Pero no sólo Gilberto (¿se llamará así?). Cada uno carga sus miedos, prejuicios, rencores y frustraciones. El narrador observa cuidadosamente a cada una de las personas que lo rodean, les pone pensamientos y sentimientos. Este es precisamente uno de los aspectos más interesantes de la novela. En Pequeñas bestias todo es real y ficticio a la vez. El narrador cuenta lo “real” al mismo tiempo que despliega sus ficciones. Incluso, se plantea hipótesis para luego rechazarlas
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